EL Zippo II

Me estaba preocupando de verdad. Había recorrido la casa de un lado a otro, desde la entrada del jardín hasta la buhardilla, situada en lo más alto del edificio. Fue allí, en la buhardilla, donde mi inquietud se intensificó. "¿Cómo podría explicar la desaparición de Luis?", me preguntaba. "Calma, Miguel, no es para tanto", me tranquilizaba la voz serena en mi mente, hablando con la misma paciencia y cariño con que hablo a mis hijos. Era un contraste marcado con la otra voz que a veces se apoderaba de mí, maldiciendo en arameo y hablando con desprecio. Intenté ordenar mis pensamientos: Unos minutos antes de despertarme, Luis estaba aquí. El café no se prepara solo. Luis no es el tipo de persona que haría una broma así. El candado del portón de la entrada estaba cerrado y el coche no se había movido. Estamos a 15 kilómetros de la ciudad. Recordé las cámaras de seguridad externas. Aunque no sabía cómo acceder a sus grabaciones, podría ser algo a investigar si la situac...