Consecuencias y Nuevos Horizontes
Y allí, dentro de la nave, sentado con ese uniforme de Comandante que ahora parecía una traición, estaba Totovía. Le lancé una mirada. Fría. Dura. Cargada con toda la rabia y el miedo que sentía. Él sostuvo mi mirada pero no dijo nada. Sus ojos —esos ojos que habían visto décadas más de lo que yo vería jamás, sesenta y tantos años de experiencia que se notaban en cada arruga— mostraban algo que podría haber sido disculpa. O quizás solo resignación. La rampa comenzó a cerrarse detrás de nosotros. El siseo neumático sonó como una sentencia. El despegue fue suave, demasiado suave para una nave militar. Los motores apenas vibraban bajo nuestros pies mientras ascendíamos. A través de las pequeñas ventanillas podía ver Oasis haciéndose más pequeña, las luces de la ciudad pareciendo estrellas caídas sobre tierra oscura. Era la primera vez que salía al espacio. Debería haber estado aterrado. Debería haber estado pensando solo en Miguel e Isthar esposados frente a mí. Pero una parte de mí...