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Ruinas y Sombras

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Los días que siguieron a la llegada de Miguel transcurrieron con una lentitud deliberada, como si el tiempo mismo hubiera decidido darnos un respiro. Totovía, con su infinita paciencia, decidió que Miguel había reflexionado suficiente en el cuarto de pensar. Cuando finalmente salió, la rabia había dado paso a algo más complejo: desconfianza, confusión y quizás, solo quizás, el inicio de algo parecido a la curiosidad. Ninguno de los dos me reconocía. Esa verdad me golpeaba cada mañana al despertar. Pero decidí hacer lo único que sabía hacer: estar presente. Comencé a dar paseos por el jardín con Isthar, quien parecía encontrar paz entre las plantas y los animales que habitaban los alrededores de la mansión. Descubrí que amaba a las criaturas del bosque —las alimentaba, las observaba con una ternura que me recordaba a la niña que había sido. Encontré los restos de lo que alguna vez había sido una pérgola, medio devorada por el tiempo y la vegetación. Mientras la limpiaba, decidí dejar al...

El regreso

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Las siguientes cuarenta y ocho horas en la jungla fueron una prueba de resistencia que no había enfrentado desde mis días en el servicio militar. Cada ruido entre la maleza me ponía en alerta, cada sombra podría ser una amenaza. Los gruñidos lejanos que resonaban entre los árboles me recordaban las palabras de Totovía sobre una enorme pantera que acechaba en el bosque. Pero mi preocupación por Isthar superaba cualquier miedo. Utilicé todo lo que había aprendido en mi juventud: los nudos de los scouts, las técnicas de orientación de aquellos libros de supervivencia que devoraba de adolescente, la disciplina del ejército. Construí un refugio improvisado, mantuve a Isthar abrigada y seca como pude, y racionalicé las provisiones que había traído. La humedad era constante, opresiva, y el sonido de la selva nunca cesaba. Pero sobrevivimos. Cuando finalmente vi a Luis regresar montado en lo que solo puedo describir como aves enormes de plumaje brillante, sentí un alivi...

La mansión del bosque.

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Mientras caminaba por el bosque empapado por la tormenta, sentía que me perdía y me encontraba desesperado. Pero entonces vi algo que me hizo detenerme en seco: una mansión victoriana que parecía surgir de la nada. Un peculiar personaje, vestido con una túnica hermosa y hablando en castellano, salió a recibirme. Algo en él me resultó familiar, pero no lograba recordar qué era. Me ayudo a llegar y atendió mis heridas, así como me acompaño al baño a que me duchara, y me trajo una vieja, pero de muy buena factura túnica, que pude ponerme, no sin problemas debido a mi tamaño. Acepté de buena gana su oferta de refugio y ayuda. Él me ofreció una sencilla comida, y mientras me contaba que podía quedarme allí, en una pequeña casa de servicio que se encontraba cerca de la principal. Cuando me llevo hasta ella, mi impresión fue que se trataba de la típica casita de servicio, que en su tiempo vi en mi viaje a Inglaterra, que parecía medio devorada por la vegetación, de un jardín que llevaba años ...

Sonríe, esto no es una broma.

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Note una sensación como de electricidad en mi bolsillo, tome el zippo en mi mano cuando un fulgor, un escalofrío, recorrió mi columna vertebral de un extremo al otro. Tenía una sensación de vértigo mientras mi estómago se retorcía. La realidad se desvanecía en fondo negro mientras veía la cara de luis que parecía intentar salir de la pantalla. Creía saber lo que estaba sucediendo, mi tensión se derrumbaba como un castillo de naipes mientras me agachaba, tratando de agarrarme en lo que fuera para no golpearme en la cabeza. Desconexión en tres, dos…

EL Zippo II

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Me estaba preocupando de verdad. Había recorrido la casa de un lado a otro, desde la entrada del jardín hasta la buhardilla, situada en lo más alto del edificio. Fue allí, en la buhardilla, donde mi inquietud se intensificó. "¿Cómo podría explicar la desaparición de Luis?", me preguntaba. "Calma, Miguel, no es para tanto", me tranquilizaba la voz serena en mi mente, hablando con la misma paciencia y cariño con que hablo a mis hijos. Era un contraste marcado con la otra voz que a veces se apoderaba de mí, maldiciendo en arameo y hablando con desprecio. Intenté ordenar mis pensamientos: Unos minutos antes de despertarme, Luis estaba aquí. El café no se prepara solo. Luis no es el tipo de persona que haría una broma así. El candado del portón de la entrada estaba cerrado y el coche no se había movido. Estamos a 15 kilómetros de la ciudad. Recordé las cámaras de seguridad externas. Aunque no sabía cómo acceder a sus grabaciones, podría ser algo a investigar si la situac...

El Zippo I

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La sensación era maravillosa, como si hubiera retrocedido en el tiempo. El aroma a madera impregnaba el aire, y los doseles de mi cama eran tan enormes que podía estirarme en ella como un felino tras la siesta sin rozar los extremos. La luz se filtraba, suave y atenuada, a través de las cortinas de gasa y bordados, bailando con la brisa. A través de la pequeña terraza abierta, el olor de las baldosas de terracota calentadas por el sol llegaba hasta mí. Era un pequeño paraíso atrapado en un segundo. "¡Café!" El aroma llenó mi cabeza y me impulsó a salir de la cama. Descalzo, seguí primero el olor y luego el sonido de la cafetera... En el distribuidor, que contrastaba con la habitación por su aire medieval, me dirigí rápidamente hacia la cocina. Pasé por la habitación de Luis, notando que su puerta estaba abierta. El comedor, al igual que mi habitación, transmitía un aire bucólico, y podía oír las gallinas en el patio. "Unos huevos revueltos y unas tostadas de aceite sería...

Todavía no....

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 Estoy en ello, en breve llegara la siguiente parte.