Sonríe, esto no es una broma.
Fui capaz de distinguir formas poco a poco, no recordaba haber visto plantas en la habitación.
— ¿cómo diablos llegué aquí?
En ese momento, escuché en mi cabeza:
"Toto, siento que no estamos más enKansas".
De repente, escuché la voz de mi amigo Luis desde el portátil que llevaba conmigo. Parecía que habíamos viajado al mismo sitio. Pasado el estupor inicial y la agobiante sensación que me producía
escucharlo como a cámara lenta. Conseguí entender que necesitábamos energía, para la conexión. No sé desde donde emitía y él no sabía explicarme. Pero algo estaba claro, si pudiese conectarlo seguro funcionaba mejor. Juntos, comenzamos un viaje para encontrar una forma de que el portátil no se quedara sin batería, que no sé si recuperaría la conexión, si no para potenciar la señal.
Pero la madre naturaleza no parecía estar de nuestro lado. A medida que avanzábamos, el viento tomaba fuerza, un delicioso olor a petricor y ozono, antecedió a una intensa tormenta, algo así como uno de esos monzones que asolan los trópicos y se ven en la televisión. Los rayos iluminaban el cielo y el viento soplaba con fuerza, haciendo que las hojas de los árboles me golpearan la cara. Traté de protegerme tanto a mí como el portátil de la intensa lluvia y buscar refugio, pero la selva parecía estar en contra nuestra. Comencé a buscar donde guarecernos de la tormenta y encontré refugio en el interior de un tronco hueco y muerto. Donde al menos permanecimos relativamente secos. La tormenta parecía no tener fin y temía que nunca lograría salir de allí con vida. He de decir que las palabras “pasamos una mala noche”, se queda corto, ya que, en medio de la tormenta, temiendo por nuestras vidas en cada momento fui incapaz de dormir ni un solo instante, oía caer los rayos y caer ramas o incluso troncos a mi alrededor.
Empecé a andar, me justifiqué el porqué de elegir esa dirección, pero realmente fue aleatorio, pero por fortuna al poco encontramos un camino empedrado estilo calzada romana de piedra artificial y decidí seguirlo. Al final, tras varias horas andando, vimos a lo lejos una pequeña casa de estilo colonial inglés que parecía abandonada. Sin embargo, cuando nos acercamos, vimos que en una de la ventana había alguien que movía la cortina, y me pareció que nos hacía señales con la mano. Pero lo que me indico que había alguien esperando allí, fue mi estómago, un olor a beicon ahumado, algo churruscado y quizás unas patatas fritas impregnaba el aire de forma deliciosa, este olor había sido rápidamente detectado por mi estómago, que profirió un rugido en mi interior, amenazando con devorarme si no apresuraba el paso. Tenía hambre, no sé cuanta batería, le queda al portátil.
Comentarios
Publicar un comentario