Sonríe, esto no es una broma.

Note una sensación como de electricidad en mi bolsillo, tome el zippo en mi mano cuando un fulgor, un escalofrío, recorrió mi columna vertebral de un extremo al otro. Tenía una sensación de vértigo mientras mi estómago se retorcía. La realidad se desvanecía en fondo negro mientras veía la cara de luis que parecía intentar salir de la pantalla. Creía saber lo que estaba sucediendo, mi tensión se derrumbaba como un castillo de naipes mientras me agachaba, tratando de agarrarme en lo que fuera para no golpearme en la cabeza. Desconexión en tres, dos…
Abrí los ojos lentamente, la luz me impedía hacerlo más rápido, así que traté de abrirlos solo uno cada vez. 
Creí escuchar la voz de luis… 

Fui capaz de distinguir formas poco a poco, no recordaba haber visto plantas en la habitación.

— ¿cómo diablos llegué aquí?

En ese momento, escuché en mi cabeza:

"Toto, siento que no estamos más en
Kansas".


Cuando abrí los ojos por completo y conseguí enfocar, me encontré en un lugar extraño. Podía verlo todo con más claridad y me sentí totalmente desubicado. Definitivo, me había vuelto loco.
La naturaleza parecía tener vida propia devorando las ruinas que tenía a mi alrededor, la humedad y el olor a tierra húmeda y hojas en descomposición era maravilloso, a pesar de la situación, aun así lo más alarmante era que no había rastro de nadie por ninguna parte. Tardé un tiempo en darme cuenta de que estaba rodeado de lo que parecía ruinas romanas o griegas, unas falsas ruinas griegas imitando lo que parecía ser un templo donde se veneraban las redes sociales, quizás un centro comercial.

De repente, escuché la voz de mi amigo Luis desde el portátil que llevaba conmigo. Parecía que habíamos viajado al mismo sitio. Pasado el estupor inicial y la agobiante sensación que me producía
escucharlo como a cámara lenta. Conseguí entender que necesitábamos energía, para la conexión. No sé desde donde emitía y él no sabía explicarme. Pero algo estaba claro, si pudiese conectarlo seguro funcionaba mejor. Juntos, comenzamos un viaje para encontrar una forma de que el portátil no se quedara sin batería, que no sé si recuperaría la conexión, si no para potenciar la señal.

Pero la madre naturaleza no parecía estar de nuestro lado. A medida que avanzábamos, el viento tomaba fuerza, un delicioso olor a petricor y ozono, antecedió a una intensa tormenta, algo así como uno de esos monzones que asolan los trópicos y se ven en la televisión. Los rayos iluminaban el cielo y el viento soplaba con fuerza, haciendo que las hojas de los árboles me golpearan la cara. Traté de protegerme tanto a mí como el portátil de la intensa lluvia y buscar refugio, pero la selva parecía estar en contra nuestra. Comencé a buscar donde guarecernos de la tormenta y encontré refugio en el interior de un tronco hueco y muerto. Donde al menos permanecimos relativamente secos. La tormenta parecía no tener fin y temía que nunca lograría salir de allí con vida. He de decir que las palabras “pasamos una mala noche”, se queda corto, ya que, en medio de la tormenta, temiendo por nuestras vidas en cada momento fui incapaz de dormir ni un solo instante, oía caer los rayos y caer ramas o incluso troncos a mi alrededor. 

Pero finalmente, cuando el sol comenzó a salir, la tormenta cesó, me sentí tan intensamente aliviado. 
Aproveché la oportunidad para descansar al sol, secar mis ropas y dormir un rato, lo que me ayudo a recuperar fuerzas antes de continuar nuestro viaje. Con un poco de suerte, pronto encontraría una forma de regresar a casa.

Empecé a andar, me justifiqué el porqué de elegir esa dirección, pero realmente fue aleatorio, pero por fortuna al poco encontramos un camino empedrado estilo calzada romana de piedra artificial y decidí seguirlo. Al final, tras varias horas andando, vimos a lo lejos una pequeña casa de estilo colonial inglés que parecía abandonada. Sin embargo, cuando nos acercamos, vimos que en una de la ventana había alguien que movía la cortina, y me pareció que nos hacía señales con la mano. Pero lo que me indico que había alguien esperando allí, fue mi estómago, un olor a beicon ahumado, algo churruscado y quizás unas patatas fritas impregnaba el aire de forma deliciosa, este olor había sido rápidamente detectado por mi estómago, que profirió un rugido en mi interior, amenazando con devorarme si no apresuraba el paso. Tenía hambre, no sé cuanta batería, le queda al portátil. 

No hay otra.  

Continúa

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